martes, 3 de septiembre de 2013

Todo inicio tiene un final.

Decía Chaplin 'El tiempo es el mejor autor, siempre encuentra un final perfecto'. Todo lo que dice Chaplin en esta frase puede resumir una vida. Los finales perfectos siempre se encuentran, sólo tienes que buscarlos para encontrarlos. Mi final siempre fue el de retirarme en un equipo de fútbol profesional, vamos, mi final y el de todos. Cuando era pequeño, iba con mi padre a dar patadas a un campito de fútbol situado al lado de cada de mis abuelos. Desde pequeños, optamos por tirar a la basura las pelotas de plástico y comprar las de cuero para intentar ganar algo en el fútbol. Yo siempre pensé que tenía la habilidad de irme de cualquier rival, y por eso pienso que quería ser delantero. Y por eso, justo antes de apuntarme al equipo de mi antiguo colegio (El Divina Pastora), mis padres me dijeron que había un equipo de fútbol 7 en Cuatro Caminos idóneo para jugar. Yo, que ya estaba loco por jugar en el equipo de mi colegio no pude rechazar aquella propuesta.

Mi primer día de entrenamiento fue una verdadera gozada. Ese partidillo que hicimos para hacernos las 'pruebas' del Celtic Castilla se me hizo extremadamente corto. El campo en general es de los más pequeños permitidos para disputar un partido de fútbol 11, pero para mi, ese campo era el soñado para jugar. Era pequeño pero para mi era enorme. Claro, que en mi primer año de pre-benjamín, cuando los partidos eran los viernes después del colegio y teníamos que salir directos del colegio para llegar a tiempo a aquellos partidos, la espera se hacía eterna. En aquel año marqué 27 goles y me acuerdo que mis padres me apodaron 'El nuevo Ronaldo'. Entonces fue cuando yo quise hacerme las pruebas del Real Madrid, creyendo que yo era el jugador perfecto para cambiar el fútbol, cuando la realidad es que había metido 27 goles en una liga con gente que se iniciaba en fútbol y que para Madrid serían equipos desconocidos. Bien, sólo duré un año como delantero y es una de las cosas por las que más me arrepiento en mi vida. Cuando veo vídeos míos de pequeño, me sorprendo. Mi tío me grabó un partido ante el Caridad en el que marqué 3  goles y la verdad que tenía cositas. Sabía meter el cuerpo, utilizaba el recurso de la puntera...

Bueno, que en 2006 Italia ganó su primer mundial y yo me enamoré de Buffon, que había realizado un torneo tremendo. Me compré su camiseta en una tienda de Chamberí que aún sigue existiendo y a partir de ahí no la solté en los casi 100 entrenamientos anuales que tuvimos. Mis amigos se sorprendieron, porque nadie podía creerse mi cambio de posición. Pero claro, era un niño y no era consciente de lo que hacía. El caso es que realicé un año también muy positivo como portero. Aprendí lo difícil que es el fútbol, lo que cuesta colocarse. Recuerdo que goleábamos a nuestros mayores en liga, al Benjamin 'A' y que en un partido la grada acabó harta de mis paradas. Después recuerdo un partido ante el Zona Norte, que era como el rival a batir de aquella categoría, y en el que acabamos 0-1 pidiendo la hora y en el que me acuerdo que un jugador de mi equipo sacó la pelota de la línea de gol para ganar el partido. Éramos el Celtic Castilla, y todos sabían quiénes éramos porque luchábamos nuestros partidos a muerte. Y éramos también una piña.


Mi primer año de portero. Ahí estoy yo, igualito que Buffon...



El caso es que tras ese año de portero quería volver a sentirme futbolista y ese año de portero me quitó bastante. Cogí algunos kilos de más y me apunté a jugador en Benjamin 'A'. Allí nos tocó Carlos, un entrenador venezolano con interesantes ideas tácticas y muy pragmático al que admiraba porque había entrenado a mi hermano. Mi hermano era defensa y Carlos se creyó que por mi anchura también lo era. Entonces, cuando comenzó la liga, en la primera charla escuché 'Andrés en defensa' y pensé que mi vida volvía a ser una locura. ¿Yo de defensa habiendo sido delantero?. Lo curioso es que no le dije nada a Carlos, creía que era un experimento de los suyos y que al siguiente encuentro iba a jugar de delantero. Pero eso no ocurrió y finalicé el año como central, alternando de medio. Terminamos la liga 4ª, sin ganar al Adarve, que barrió a todos sus rivales. Pero bueno, lo importante es que volvía a sentirme futbolista.


Mi primer año como central. Benjamin 'A'. 

Ya no volví a ser delantero y decidí acoplarme definitivamente a la posición de central. Y ese año comenzábamos en fútbol 11. Fútbol 11, el sueño de cualquier futbolista pequeño, o eso pienso.... Lo primero que recuerdo de Alevín es que el Tetuán nos endosó un 11-0 en el primer partido, y que en ese encuentro ni olimos la bola. Acabamos tan cansado que cuando volvimos a casa no podíamos ni mover las piernas. El año fue nefasto, ganamos pocos partidos y finalizamos la liga con 21 puntos, muy cerca del descenso. Pero lo que más me marca en esa temporada es mi equipo. Comenzamos a ser una piña que iba a los entrenamientos a disfrutar y a pelear por nuestro puesto. No teníamos el puesto asegurado y sólo entrenábamos 2 horas semanales con un campo reduciísimo. Mitad de un campo casi no reglamentario, o sea, que imaginaros la situación. También me quedaré con mi primer gol ante el Boadilla, bueno, maticemos, Boadilla 'C'. Mi entrenador me dijo que iba a marcar antes del partido y así fue. Y lo celebré como Ronaldinho, alzando el dedo meñique y el pulgar. Creo que terminé la liga con 3 goles, pero apenas recuerdo cositas de ese año.

Nuestro segundo año de Alevín tampoco fue coser y cantar. Cierto que ganamos más partidos que el año anterior, pero nuestras expectativas era pelear por el ascenso y acabamos el año séptimos, a 20 de ascender. Lo que pasa es que tuvimos un torneo en Oliva, en un hotel de lujo llamado 'Oliva Nova Golf' (Donde las inferiores de España viajan a veranear ocasionalmente). En ese torneo me proclamé pichichi y en el primer partido marqué un gol imposible de ver actualmente. Disparé con todas mis fuerzas desde el centro del campo y no se como la pelota acabó entrando en la portería. También marque en las semi-finales ante el Vicálvaro y en la tanda de penaltis posterior en la que nuestro loco portero, Máximo, se paró el penalti final y acabó proclamado como héroe. Y yo había sido pichichi je, je, je. Lo malo fue que en la final nos tocó un equipazo de la zona y nos barrió por 4-0, eso sí, me pitaron un penalti en la final por una presunta mano que me dio en el pecho. La experiencia fue inolvidable, porque allí nació este grupo. Ahí fue cuando comencé a pensar que tenía a los mejores compañeros del mundo.

Bien, finalizada nuestra etapa de Alevín tocaba adentrarse en una categoría mucho más exigente. Infantil fue la categoría donde eras ya consciente de todo. Donde ya comenzabas a sentir los partidos y donde tu corazón latía muy fuerte justo antes de comenzar un encuentro decisivo. Nos tocó jugar en la peor categoría, pero nos la tomamos como si fuese la Primera División. Terminamos terceros y conseguimos nuestro primer ascenso (Ascendían los 9 primeros, pero lo celebramos a final de temporada con una cena). En ese año ya fue cuando comencé a perder peso y a sentirme mejor como futbolista. Los típicos partidos de Alevin en los que te querías quitar la pelota de en medio cuanto antes para no cagarla se convirtieron en partidos con mucha más presencia del balón. Quería sentirlo en mis venas y siempre que pudiera me ofrecía para intentar sacar la pelota jugada. Me quedaré siempre con el partido ante el Recuerdo, en el que ellos llegaban con pleno de victorias y nosotros como un equipo mucho más limitado. Ellos eran una maquinaria suiza. Tocaban, nunca perdían la posición, replegaban... Acabamos ganando 2-1 y lo celebramos como si fuese la Champions. Era un simple partido en el que ellos nos tuvieron dominados los 80 minutos. Pero nosotros sacamos a relucir nuestra garra que tanto nos ha caracterizado y ganamos el partido. No sé como pero lo ganamos por 2-1, y acabamos sufriendo como nunca. Ese día supe lo grande que era mi equipo, me di cuenta de que tenía al mejor grupo posible. Pero lo peor de aquella temporada lo viví en un Rozas-Celtic. Yo soy un jugador con mucho carácter, al que le gusta protestar mucho y al que le gusta mandar. En aquel partido, todo no salió mal; comenzamos 1-0 pero a los 10 minutos ellos se pusieron 1-3. En una jugada posterior, el árbitro pitó fuera de banda para el rival cuando era clarísimo que la pelota debía ser nuestra. Yo, con mi afán y mi inmadurez por el momento, le dije al árbitro 'Qué pitas, gilipollas', así, el árbitro me expulsó y yo acabé en los vestuarios llorando. Me fui a casa desolado, pero lo que no me pude esperar es que mi propio equipo había remontado un 1-5 para acabar empate a 5 al final del resultado. Tuve que pedir perdón ya que mi arrepentimiento era increíble.

Bien, tras esta temporada no era consciente de que a la próxima mi vida futbolística iba a cambiar completamente. En Infantil A, con todas nuestras expectativas en ascender de una ves por todas, ya que teníamos un equipo competitivo y capacitado para hacerlo, mi entrenador me cambió de posición. Fue justo antes de finalizar la primera vuelta. Ya me había probado el año anterior en dos ocasiones, y con gran resultado. Lo bonito de ser medio centro cuando has sido central es que los conceptos tácticos los tienes bien asimilados y es casi imposible perder la posición; también, has vivido desde más atrás la salida de balón y ya conoces los movimientos de tus compañeros; por tanto, para mi no fue muy difícil el cambio de posición. Conmigo de medio, sólo perdimos ante el líder, el Montpellier, y con uno menos por 0-1. Lo ganamos absolutamente todo, y al Recuerdo, que nos había vapuleado por 5-0 un año antes en su campo y que parecía imbatible, lo barrimos por 1-4 en un partido que creo que ha sido el mejor de mi equipo, el mejor, así de claro. Mejoré una barbaridad como jugador, y mis compañeros me ayudaron bastante. Teníamos a un colombiano que había venido a España y que jugaba como Agüero. Cogía la pelota, se marchaba de todos los defensas y se quedaba tan tranquilo. Su nombre era Guillermo, y agradezco haberlo conocido. Era un futbolista sencillamente increíble. La lástima fue que nos quedamos a 3 puntos del ascenso. Fue nuestro mejor resultado con 58 puntos, y me lamenté de no haber podido actuar de medio centro antes. Fue un año fantástico.

Y mi último año en el Celtic también ha sido un año maravilloso. Mi entrenador fue Tato, un jugador al que admiraba cuando iba a ver al aficionado del Celtic de pequeño y con el que siempre bromeaba. Tato nos dijo que iba a innovar nuestro estilo de juego y así lo hizo. Jugar con la pelota, para agotar a rivales que la mayoría eran mayores que nosotros dio sus frutos; eso sí, siempre nos ganaban por cuerpo y por físico, nunca nos derrotaban por jugar mejor que nosotros. Aprendí que el fútbol base está para aprender, para divertirse y para ganar jugando mejor que tú rival. En un futuro, los conceptos que aprendí con Tato me servirán de mucho. También comencé la temporada como central pero después me dio los galones en el centro del campo. Este último año como capitán fue inigualable. Lo di todo por el equipo y me sentí muy bien jugando en el centro del campo. El resultado final fue la mitad de la tabla pero plantando cara a todos nuestros rivales. Me quedo con el grupo, esa piña, esa amistad que forjamos los 22 componentes del Cadete B del Celtic Castilla en la temporada 2012 será eterna.


Gracias por estos 9 años, gracias.

Me despido aquí. Han sido 9 años maravillosos, inigualables, impresionantes, con los que he llorado, con los que he sufrido, pero con los que he aprendido a formarme como persona y a jugar al fútbol. Han sido 9 años en los que cada vez que me levantaba quería ir a entrenar para ver a mis amigos y pasarlo bien con ellos; 9 años en los que sólo podía pensar en el partido del sábado sin olvidarme de él en ningún momento. Ahora, me voy al Zona Norte para intentar mejorar como futbolista. Pero para nada es un adiós, es un hasta luego Celtic, es un hasta luego porque voy a estar ahí siempre que lo necesitéis, es un hasta luego porque tengo amigos que superan a cualquier otro grupo de amistad actualmente, es un hasta luego porque yo no sería nada de lo que soy ahora sin ellos, sin mi equipo, sin el equipo con el que siempre soñé con ser capitán.

Un fuerte abrazo a toda la familia Céltica, les deseo lo mejor.




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